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Jaque...

Lunes 11 de Agosto de 2014
 En nuestro viaje interior a lo largo de la vida buscamos realización, apreciación personal, aceptación y entendimiento; buscamos comprender plenamente nuestra singularidad y conectar con nuevas formas de ser y de pensar. Buscamos, en síntesis, el sentido de la vida. 
 Varias piedras saldrán a nuestro encuentro. Frente a esos obstáculos en el camino podemos patearlas. También podemos caminar sobre ellas y llegar a nuestra meta. 
 Loren Eisley en “El alma del mundo” escribe: 
—¿A través de cuántas dimensiones deberemos pasar y cuántas formas de vida deberemos adoptar en esta existencia? ¿Cuántos caminos hemos de recorrer hasta alcanzar la meta que hemos elegido? El viaje es difícil, largo y, a veces, imposible… Entramos en el mundo sin saber bien lo que ocurrió en el pasado, qué consecuencias acarrea ese pasado y qué nos tiene reservado el futuro. Es como si nuestros padres estuvieran en una caravana y, de repente, nosotros nacemos en medio del recorrido. Procuremos viajar lo más lejos que podamos. Miremos el paisaje a nuestro alrededor como si no hubiera un mañana.
 Entendamos que no será posible verlo ni entenderlo todo. Lo que nos queda es recordar todas las imágenes, sonidos y momentos vividos en nuestro viaje. Así, en el futuro, podremos contar historias a nuestros hijos y nietos. Contémosles las maravillas que vimos, los peligros por los que pasamos y cómo nos levantamos después de haber caído. Ellos también nacerán y morirán y, compartiendo el fuego, narrarán sus historias a sus descendientes. Y la caravana seguirá su curso, no podrá detenerse, aún no habrá llegado a su destino.
 Cuenta la leyenda que en 1949, el agente secreto de Estados Unidos, Douglas Mackiernan tuvo que cruzar el Himalaya durante ocho años para salvarse. Recibió una instrucción que tenía que seguir al pie de la letra: avanzar sobre las piedras que encontrara en el camino. El hombre y toda su gente así lo hicieron. Atravesaron el Himalaya y regresaron a Estados Unidos. 
Ya en su país, con todos sanos y salvos, el agente preguntó:
—¿Por qué teníamos que seguir las piedras del camino?      
Lo que oyó, le marcó: cada piedra señalaba el lugar donde alguien había muerto. Cuando moría una persona que intentaba cruzar, se ponía una piedra en su honor y esas piedras terminaron siendo el camino… 
 Todos los que han partido antes que nosotros son piedras en el camino que tal vez nos estén guiando, dirigiendo, conduciendo. Cuando ya pensabas que nunca más volverías a reír, que nunca más serías feliz otra vez, cuando pensabas que la vida te había jugado una mala pasada y te había dado jaque mate, vas a poder decirle: “No es jaque mate. Sólo es jaque. Porque hoy agoté mi dolor, lo lloré, lo puse en palabras, lo sentí en todo mi ser, lo atravesé, y volví a renacer, a creer”. Es uno mismo quien le dice a la vida “Jaque mate”. Yo soy el último en jugar, porque sabemos que después de un gran dolor siempre habrá un espacio nuevo para pisar, unas ventana, una puerta que va a abrirse, una persona que llega a nuestra vida y hará aquello que parecía interminable. Y ese dolor, el más difícil de todos, se convierte en un recuerdo que ya no duele. En algún momento de la vida acabaremos yéndonos, pero recuerda ¡no es jaque mate! La partida sigue todavía. Y la próxima jugada te toca a ti. Puede ser la gran jugada. Y puede ser maravillosa (Bernardo Stamateas “Heridas emocionales”).

 

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