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Paternidades

Las cosas pueden suceder sin que la culpa sea de nadie»

26/08/2013

Entrevista a Joan Corbella, médico y psiquiatra, y gran divulgador de la ciencia de la psiquiatría y su aplicación en la vida cotidiana. En esta entrevista nos da su visión sobre las consecuencias de que los padres sobreprotejan demasaido a sus hijos. 

«Hay padres que hacen de la paternidad un oficio»

¿Cree que hoy en día existe una sobreprotección de nuestros niños?

Sí. Hoy en día nos encontramos con dos formas de sobreprotección. Por un lado, hay un tipo de padres que ignora a los hijos. De hecho, quieren que les den el mínimo de problemas posibles y esto genera sobreprotección. Nunca los maestros se habían encontrado con tantas excusas por parte de los padres para proteger a sus hijos. Estos padres viven la paternidad como si fuera un estorbo.

Por otra parte, hay otro tipo de padres que se preocupa demasiado por todo. Están siempre encima del hijo y sufren por él. Quieren transmitir valores y hábitos rápidamente. Son padres que en realidad no hacen de padres, sino que hacen un oficio de la paternidad.

«Mis padres no me quieren porque siempre me critican. Por tanto, no me quieren a mí, sino que quieren lo que les gustaría que fuera»

¿Cómo puede afectarles esta sobreprotección?

Un niño necesita un ambiente de calidez donde se sienta respetado, acogido, valorado y, como consecuencia de todo esto, querido. Los adolescentes te dicen: “mis padres no me quieren porque siempre me critican. Por tanto, no me quieren a mí, sino que quieren lo que les gustaría que fuera”. El resultado final de todo esto siempre es la inseguridad personal, que puede traducirse en un exceso de responsabilidad (“si no apruebo, mis padres no me querrán”), o en la necesidad de sobresalir haciendo alguna gamberrada.

«Estamos construyendo una sociedad donde los niños molestan»

 
¿Qué ha pasado en la sociedad estos últimos años para llegar a este punto?
 
Uno de los motivos de que esto ocurra puede ser la falta de conciencia de la paternidad. Es un problema que existe especialmente en nuestro país. La tasa de natalidad en Cataluña, por ejemplo, si no fuera por los inmigrantes, sería bajísima. No es que las familias no quieran tener hijos, es que no tienen sitio en casa y llegan agotados de trabajar.
 
Las mujeres quieren ser madres perfectas y trabajadoras perfectas, y los hombres se ponen listones económicos muy elevados para triunfar. Esta obsesión por un hipotético progreso, acompañada de unos horarios kafkianos, hace que la vida en familia haya desaparecido. Junto con la necesidad creada de estímulos (avalancha de propuestas que provoca que los fines de semana tenga que consumirse desmesuradamente), hace que el adulto considere que esto de hacer vida familiar es una especie de castigo.
 
Me encuentro con parejas jóvenes que consideran un trabajo el hecho de estar con los hijos; lo ven como una prolongación del “tengo que hacer”. A un crío no puedes llevarlo a pasear como si fuera una obligación; lo nota y no se siente querido. Creo que estamos construyendo una sociedad donde los niños molestan. Pronto habrá letreros en los restaurantes en los que pondrá “prohibido entrar niños”.
 
Parece ser que los colectivos de padres y de maestros van por caminos diferentes y a menudo no se entienden. ¿Qué cree que está pasando?

Existe una enemistad entre padres y maestros que nace del propio motivo de la entrevista: la sobreprotección. Cuando los padres reciben una llamada del maestro para hablar, ya se asustan. Lo peor que le puede pasar a un maestro es tener una entrevista con unos padres.
 
Hablo con muchos maestros, y para ellos, la relación con los padres es lo peor de su trabajo. Los padres no quieren que el hijo cause problemas. El maestro es precisamente la figura que “denuncia” que el niño tiene un problema y, en la mayoría de casos, los padres no son los aliados que quieren ayudar a resolver el problema, sino que defienden al hijo y echan la culpa al maestro.
 
Es como una pareja divorciada; utilizan al niño para culparse mutuamente. De modo que no se soluciona nada. Evidentemente, creo que la culpa es de los padres.

«Las cosas pueden suceder sin que la culpa sea de nadie»

¿Existe cada vez más una tendencia a culpar a los demás?
 
Así es nuestra sociedad europea. En Oriente la gente no se plantea de quién es la culpa de las cosas. Aquí enseguida buscamos culpables. Hoy en día, si el niño se resfría es porque alguien le ha dejado pasar frío, y la gente también puede resfriarse sin pasar frío. Las cosas pueden suceder sin que la culpa sea de nadie.
 
En el discurso que tenemos hoy en día, hay siempre una correlación causa y efecto y eso nos tranquiliza, pero se trata de una falsa tranquilidad.
 
Tenemos la sensación de que hay muchos miedos a nuestro alrededor. Todo proviene de lo mismo. Hoy en día, un niño que se pone enfermo nos trastoca la vida porque no tenemos espacios para los imprevistos; tenemos la vida tan programada que se pretende evitar los problemas.

«La naturaleza es un aula indispensable para aprender»

 
¿Qué piensa de las colonias escolares?

Hay que romper con la rutina diaria, tanto para los niños como para los maestros. También es importante que los niños conozcan al maestro como persona, en un espacio lúdico y donde se esté cómodo. La naturaleza es un aula indispensable para aprender. Debemos aproximarnos a todo aquello que no conocemos. No puede ser que una criatura con 9 años no haya visto nunca un pájaro, aparte de las palomas de Plaza de Cataluña. Lo que necesitamos son adultos que amen la naturaleza para que lo puedan transmitir y hagan que los niños también la amen.
 

Esta es una entrevista realizada por La Granja , Granja Escuela que se dedica íntegramente a la educación y a la enseñanza de niños y jóvenes en edad escolar a través de las emociones.

La Granja contesta:

¿Qué puedo hacer para no sobreproteger a mi hijo?

Cuando se tiene un hijo, es muy importante hacerse esta pregunta porque, sin darnos cuenta, es muy posible que lo sobreprotejamos por miedo. Así, pues, debemos tener muy claro, desde el primer año de vida, cómo lo educaremos en este sentido.
 
Un niño sobreprotegido es un niño desprotegido en la vida a partir de la adolescencia, ya que se le está negando el entrenamiento de unas habilidades que necesitará para desarrollarse cuando sea joven y adulto. Hablamos de habilidades como la valentía, el atrevimiento, el autoconocimiento, la capacidad de tolerar la frustración y, en especial, la autoestima (capacidad de quererse a sí mismo).
 
Un niño al que se le resuelven todos los problemas y al que se le facilita desmesuradamente la primera infancia (evitándole disgustos y frustraciones, ofreciéndole todo lo que quiere, o no pidiéndole esfuerzos, compromisos ni obligaciones) será un joven desprotegido. En La Granja vemos a este tipo de jóvenes a diario y, en la mirada, se puede ver que no se quieren, que no se sienten útiles porque nunca les han dejado hacer cosas de utilidad.
 
¿Cómo podemos evitar esto? Con 1 año que coma solo, aunque ensucie toda la mesa (al final es más que comer, se trata de un entrenamiento); con 3 años que se ate él mismo los zapatos; con 5 que se vista solo, aunque se ponga alguna prenda al revés (estad orgullosos y aceptad su equivocación, sólo así él podrá mirar con orgullo sus futuros errores); con 6 años que se prepare el desayuno; con 10 que haga la cena para toda la familia; y con 11 que se espabile él solo con el maestro y no se queje.
 
Esto es sólo un ejemplo, hay un montón de posibilidades para que entrenéis a vuestro hijo en las habilidades que necesitará para ir solo y orgulloso por la vida.

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