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"Ser Humano"

  Ser Constructivo, Ser Destructivo, Ser Humano

Ser Constructivo, Ser Destructivo, Ser Humano

La situación actual de la humanidad nos plantea un desafío ancestral que se reedita por enésima vez, pero con características peculiares.

Sucede que generación tras generación a través de la evolución  el mamífero que se denomina humano, ha tenido que lidiar con las fuerzas de la naturaleza y también con sus propios impulsos instintivos para sobrevivir,  para convivir con sus pares y con el resto de los habitantes de este planeta, tanto de su propio reino (animal) como del reino vegetal, imprescindible para su subsistencia.  

Tanto los aspectos constructivos como los destructivos que ha acreditado le han sido de gran utilidad para obtener la supremacía en el planeta ya sea protegiéndose de las fuerzas de la naturaleza, aliándose con otros como destruyendo a sus oponentes.

Podemos decir que a través de la historia de la humanidad vemos al ser humano tratando de controlar sus impulsos e incluyéndolos en el modo de vivir en sociedad (con otros) 

Freud habla de impulsos libidinales y agresivos que fusionados y bajo el control de los primeros posibilitarían la constructividad, pero con la perdida de esa fusión la agresión se tornaría destructiva, Así como el ser humano encuentra placer en construir también encontraría placer en la destrucción.

Los aspectos destructivos que  le han sido de gran utilidad para sobrevivir y hacer prevalecer a su progenie frente a otras especies y también frente a otros individuos de su propia especie se convierten en una perturbación para la convivencia y el desarrollo cultural. Tanto es así que un destacado científico norteamericano escandaliza al mundo hace poco tiempo planteando hacer modificaciones genéticas del ser humano para eliminar las características agresivas.

Hay algunas opiniones que plantean que el ser humano nace  bueno y que es la sociedad la que lo hace malo Si bien la influencia de lo social es de suma importancia, las categorías de bueno y malo no ayudan a entender la índole del problema, ya que lo malo para algunos puede ser bueno para otros y viceversa, con lo cual podríamos quedar sumamente enredados en una discusión estéril.

Si podemos plantearnos el tema partiendo de la base de que el ser humano nace perteneciendo al reino animal, y que por un proceso de socialización se humaniza, permitiéndole canalizar sus impulsos a través de conductas pautadas por la cultura a la cual pertenece, podemos pensar que esa capacidad que tiene el individuo para utilizar la agresión como una fuerza puesta al servicio de la vida o de la destrucción se transforma en un elemento fundamental para el desarrollo personal y de la sociedad en su conjunto. 

La agresión seria una energía que conducida por el amor puede ser utilizada para construir ciudades, fabricar instrumentos y realizar todo tipo de tareas, incluyendo las actividades sexuales.

Ante situaciones poco conocidas o que se perciben como amenazantes surge la idea de apartarlas o destruir al objeto vivenciado como peligroso.

La capacidad  para destruir ha aumentado geométricamente durante el siglo XX hasta alcanzar la posibilidad de terminar con la vida en todo el planeta (varias veces), pero no ha aumentado  en la misma medida la capacidad reflexiva para ejercer el manejo responsable de ella.

En uno de sus últimos trabajos Sigmund Freud plantea la existencia de  dos Fuerzas antagónicas que estarían en una infinita lucha y que denominaba Eros y Thanatos o instinto de vida e instinto de muerte. El primero trata de constituir unidades mayores y mantenerlas,  y el segundo de disolver los conjuntos y de este modo destruir las cosas.

En estos tiempos nos encontramos como nunca antes ante el temor a la destrucción total, justo en un momento donde el desarrollo tecnológico es de tal intensidad que ya no parecen descabellados o de ciencia-ficción temas como por ejemplo la fabricación de órganos con idéntico código genético para reemplazar el afectado en un ser humano, y las perspectivas de vida aumentan día a día, pese a eso la pobreza aumenta en el mundo. Un mundo que lejos de pensar en desarrollarse en paz está en este momento al borde de una nueva y terrible guerra.

Ni siquiera en los tiempos de la guerra fría (entre el bloque de países liderado por la ex Unión Soviética y los países occidentales liderados por Estados Unidos), donde la amenaza del holocausto nuclear pendía permanentemente sobre el mundo, el temor ha sido tan grande como en la actualidad 

 Luego de los atentados en Estados Unidos, el conocimiento del enfrentamiento con poderosas organizaciones terroristas que tienen células en innumerables países y que podrían atacar en cualquier lugar matando indiscriminadamente, ha promovido un sentimiento de indefensión y una sensación de “pérdida de control del mundo”. En Argentina además el colapso de la economía   ya había generado un sentimiento similar que se ve potenciado por esto. 

El ser humano posee una inscripción dentro de sí mismo del mundo externo, constituyendo una parte de su personalidad y como tal integrada a otras y por sobre todas las cosas a la base de la misma que es el esquema del cuerpo y la imagen del mismo. 

El esquema del cuerpo es, permítanme la analogía como un programita de computación que representa a cada una de las partes físicas del mismo en el aparato psíquico y que por ejemplo permite que movamos un brazo o una pierna cuando deseamos hacerlo; como nuestro cuerpo está permanentemente cambiando es un programa muy lábil. El buen funcionamiento hace que uno tenga la imagen de que tiene su cuerpo “bajo control” y cuando esta perturbado surge el temor a la pérdida de control y la emergencia de angustia, etc.

Las enormes tensiones que  generan estas situaciones críticas son vivenciadas como pérdida de control del mundo, transformando la visión del mismo en un medio ambiente no favorable cuyo impacto en la personalidad perturba el esquema y la imagen del cuerpo, promoviendo como respuesta tanto sentimientos de angustia, temor y ansiedad como ideas persecutorias y conductas agresivas que buscan un “blanco” para destruir al “enemigo”. Enemigo que no es fácil de identificar y que hace emerger aspectos persecutorios donde se teme ser atacado y se está pendiente de ello y preparado a destruir para defenderse.

Esta actitud persecutoria basada en el temor genera situaciones de discriminación y violencia como por ejemplo lo sucedido en EEUU donde un ciudadano hindú fue tomado por árabe en función del uso de un turbante y consecuentemente asesinado o como acaeció en Afganistán donde los manifestantes que destruyeron la ex embajada norteamericana terminaron apedreándose entre ellos y enfrentándose con los propios policías talibanes.

La pérdida de control de los impulsos agresivos y la transformación de los mismos en destructivos pudiendo dañarse a sí mismo, a sus objetos queridos o a terceros es el mayor peligro y él más grande desafío que enfrenta el ser humano en el camino hacia su completa humanización.

En la comprensión de las necesidades del otro junto con las propias, la solidaridad, la justicia y el amor es en donde se deben apoyar las acciones tendientes a construir una sociedad mejor.

Si atendemos lo que plantea Freud al respecto él dice en Psicología de las  

Masas  y Análisis del Yo que: “...el sentimiento social reposa en la transformación de un sentimiento primitivamente hostil en un enlace positivo de la naturaleza de una identificación”

¿Es posible domar los impulsos destructivos y ponerlos al servicio de la constructividad? 

¿Podrá el ser humano controlar el placer que le brinda la crueldad y la venganza?

Este tema está incompleto y esperamos que los aportes que nos hagan llegar los lectores a través de sus opiniones, preguntas o comentarios permitan una mejor y más amplia comprensión del tema

Autor: Lic. Sebastián Tchukran. Fuente:Profesionales por la salud Mental

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